"El Diablo come como la gente, pero no puede digerir nada.
Es porque sólo el Diablo no participa en el intercambio global
de la materia en el mundo… Si se toma un vaso de vino tinto Tokay,
en lugar de orina excretará de nuevo el tinto Tokay.” — Milorad Pavić.
Me gustan las puertas que chillan al abrirlas, que incómodas y frustradas gritan lo que implica su apertura, su vaivén inerte y eterno, su moverse hacia ninguna parte. Me gustan, casi tanto, como las losetas rebeldes, que regalan un eco hueco de las pisadas, incluso las hay que se balancean a tu paso, como diciéndote "No te confíes, la estabilidad no existe ni en lo llano", y nos maldicen.
Normalmente, los Dioses castigan esas losetas, creándole grietas que sirven de canales subterráneos para las hormigas negras. Al cabo de un tiempo, estas losetas se sacrifican rompiéndose por la mitad para que las perdonen.
Me gusta el susurro del lápiz contra la hoja, obediente y sumiso, me gusta que se dejen... que se dejen el cuerpo en el afán de uno, sea escribir o dibujar. Los lapices mueren por un propósito superior que desconocen, mueren con fe. Me gustan los lapiceros, con su barriga llena de arrogancia azul marino y su promesa de durar para siempre. Un lapicero en la mano, siempre me hace pensar en un universo paralelo donde hay otro lapicero y otra Venus que lo sostiene en su mano y se pregunta de mi existencia. Lo cual, claro está, no deja de atormentarme.
Me gusta el desdén con el que las impresoras tiran los documentos, como diciendo "Ten, aquí está la cosa inútil que escribiste". Me gusta el papel, el papel bond, del que corta en las esquinitas, el papel me recuerda el título que no tengo, mi único honor estudiantil es saber algo de lingüística porque me gusta usar diéresis y hay muy pocas oportunidades de hacerlo. Lo demás, lo he aprendido haciendo.
Justo cuando crees que te esta yendo bien en la vida, te sientas... y la silla que te ha aguantado por tantos meses, se muere; todo empezó como una falla imperceptible en una ruedita, que por descuido, no había notado. Y ahora no tengo silla que me sostenga y debo empezar a hacer diligencias para conseguir otra.
El asunto no es la silla, lo que me sorprende es pensar, como entendiendo tan poco las cosas que nos rodean, logramos vivir vidas más o menos completas, más o menos felices.
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Venus Patricia #DíasFelices