Hoy amanecí con una pregunta entre ceja y ceja: ¿Qué en el hecho de conocer cambia todo?
Como se vuelve habitual algo que era ajeno y desconocido, que por mucho tiempo no sabíamos, ni compartíamos, llegan a nuestra parcela y de pronto, es como si siempre hubiesen estado allí, ¿Qué es lo que hace en nosotros que de forma natural adjudiquemos como tierra conquistada, algo que tuvo una existencia paralela a la nuestra? ¿Una existencia en la que no estuvimos involucrados hasta que lo estuvimos? A ver, no quiero complicarlos, me explico:
Al principio uno va lleno de lo que es, al final de lo que es ajeno. Cuando estas piernas que son ajenas, y estas manos que antes no estuvieron, concluyen su ciclo, terminan, mueren, se van, desaparecen, finiquito; el proceso de perder nos acerca más a lo que ya no tenemos, a lo que nunca antes tuvimos, (y esto, que aun así preferimos siempre que sea en tercera persona y no en primera, perdernos a nosotros mismos es el sótano, esa habitación oscura a la que no queremos ir... o volver).
Los finales son devastadores porque siempre hay razones, sabes por qué, porque, porqué. No hay nada que dejar a la imaginación, no hay asumir, no hay "cosas que decirte a ti mismo que supongan la falta de lo que no te dijeron" y eso, siendo uno lo más objetivo posible, palabra que a mí de hecho, me ha parecido siempre la más abstracta de la lengua española; todo el que se proclama "objetivo" es usualmente el que menos lo es. El cual, claramente es mi caso. Me leo a mi misma mientras escribo y recuerdo una frase que leí por algún papel "Te vi follar y fallar, y no sé cuando me gustaste más, cuando te contemplé proclamándote dios, o cuándo te observe confesándote humano".
Sí.
Al final, ¿qué en ceder, es ganar? ¿qué estamos perdiendo verdaderamente? ¿qué en ganar es ganar? ¿qué en lograr nos hace, nos construye? ¿qué se tiene mas que uno? ¿qué se da mas que uno?
No lo sé.
Si algo le queda a mi desvele y tormento de hoy es que los finales están normalmente llenos de motivos concretos. El principio, en cambio, de un suponer encantador. y por encantador me refiero de ignorancia...
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Venus Patricia #DíasFelices
jueves, septiembre 17, 2015
miércoles, agosto 26, 2015
Sombrilla-Sueño-Sombrero.
Me veo la mano agarrando el pomo de una puerta grandísima, la abro y esta me conduce a una más pequeña, y dentro de esta una más chiquita todavía, a la tercera vez tengo que agacharme para entrar por el pequeño cuadrito con forma de puerta.
Me siento una manganzona en este mini cuarto al que entro, veo a un hombre pequeñísimo recostando en una pequeña cama, “Si, tipo Alicia” pienso, pero no hay ningún otro personaje, solo estoy yo y el pequeño hombre recostado en la cama, las paredes del cuarto son de un amarillo chillón y el ambiente se siente seco. Lo miro mientras duerme, estoy confundida, no sé cuál es mi relación con él: ¿lo amo? ¿debo cuidarlo?
Gateo para salir del cuarto y busco un lugar en el que pueda dormir. Hay muchas puertitas que me invitan a entrar, abriéndose y cerrándose alegremente, pero todas las habitaciones están ocupadas, voy abriendo las pequeñas puertas una a una, y solo veo desnudeces en penumbras, sombras que se mueven lujuriosas y desaparecen en negro.
Regreso a la habitación donde descansa el pequeño hombre. Alguien, no recuerdo quien (algún psicoanalista dirá que yo misma) me pasa un celular, salgo con el celular en la mano: estoy esperando una llamada. El aparato que tengo en la mano suena. Es una mujer. Quiere hablar con el pequeño hombre. No sé quién es ella, sólo sé que su llamada lo va alterar. Trato de responderle, pero al intentar hablar, las palabras, en lugar de difundirse como ondas que es lo normal, se condensan en una gelatina pegajosa y caen al suelo, plo. Digamos que por ejemplo, trato de decir: “Los ojos grandes son puertas abiertas” y las vocales de los sonidos, tratando de volverse ondas, se desbaratan en la “o” antes de caer. "Los oj o ooo o oo oo" plo. Trato de decirlo previniendo lo que va pasar e igual, plo. La mujer al otro lado del teléfono sigue ajena a mí, en su monólogo.
Voy de nuevo rumbo a la habitación amarilla. Al abrir la puertita, me golpea un frio seco como polvoso (no sé por qué tantas sensaciones si es un sueño y recuerdo el último episodio de Game of Thrones, pero no es el contexto). Dentro de la habitación todo está seco, como calcificado, la cara del pequeño hombre, las sabanas, las paredes amarillas, ahora son blancas y su textura fría se disuelve con mi tacto. “Se ha marchitado” pienso, y le digo al cuerpo blancuzco que tiene una llamada importante, el pequeño hombre toma el teléfono y con cada movimiento se desprenden capas de sequedad de sus extremidades y de su rostro. Cuando cuelgue la llamada me voy a marchitar con él y salgo gateando fuera de la habitación, fuera de la casa.
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Venus Patricia #DíasFelices
Me siento una manganzona en este mini cuarto al que entro, veo a un hombre pequeñísimo recostando en una pequeña cama, “Si, tipo Alicia” pienso, pero no hay ningún otro personaje, solo estoy yo y el pequeño hombre recostado en la cama, las paredes del cuarto son de un amarillo chillón y el ambiente se siente seco. Lo miro mientras duerme, estoy confundida, no sé cuál es mi relación con él: ¿lo amo? ¿debo cuidarlo?
Gateo para salir del cuarto y busco un lugar en el que pueda dormir. Hay muchas puertitas que me invitan a entrar, abriéndose y cerrándose alegremente, pero todas las habitaciones están ocupadas, voy abriendo las pequeñas puertas una a una, y solo veo desnudeces en penumbras, sombras que se mueven lujuriosas y desaparecen en negro.
Regreso a la habitación donde descansa el pequeño hombre. Alguien, no recuerdo quien (algún psicoanalista dirá que yo misma) me pasa un celular, salgo con el celular en la mano: estoy esperando una llamada. El aparato que tengo en la mano suena. Es una mujer. Quiere hablar con el pequeño hombre. No sé quién es ella, sólo sé que su llamada lo va alterar. Trato de responderle, pero al intentar hablar, las palabras, en lugar de difundirse como ondas que es lo normal, se condensan en una gelatina pegajosa y caen al suelo, plo. Digamos que por ejemplo, trato de decir: “Los ojos grandes son puertas abiertas” y las vocales de los sonidos, tratando de volverse ondas, se desbaratan en la “o” antes de caer. "Los oj o ooo o oo oo" plo. Trato de decirlo previniendo lo que va pasar e igual, plo. La mujer al otro lado del teléfono sigue ajena a mí, en su monólogo.
Voy de nuevo rumbo a la habitación amarilla. Al abrir la puertita, me golpea un frio seco como polvoso (no sé por qué tantas sensaciones si es un sueño y recuerdo el último episodio de Game of Thrones, pero no es el contexto). Dentro de la habitación todo está seco, como calcificado, la cara del pequeño hombre, las sabanas, las paredes amarillas, ahora son blancas y su textura fría se disuelve con mi tacto. “Se ha marchitado” pienso, y le digo al cuerpo blancuzco que tiene una llamada importante, el pequeño hombre toma el teléfono y con cada movimiento se desprenden capas de sequedad de sus extremidades y de su rostro. Cuando cuelgue la llamada me voy a marchitar con él y salgo gateando fuera de la habitación, fuera de la casa.
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Venus Patricia #DíasFelices
martes, marzo 10, 2015
Cica/trices - Ana Elena Pena.
Yo digo amor,
tú dices mierda.
Yo digo hogar,
tú dices trampa.
Yo digo caricia,
tú dices roce.
Yo digo abrazo,
tú dices nudo.
Yo digo luz,
hierba
nube,
columpio,
fiebre,
café,
poesía,
muerte,
ciervo,
niño,
río,
refugio…
Y entonces callas.
Yo digo AMOR
y tú no dices
nada más
que purititas m i e r d a s .
Ana Elena Pena
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